sábado, 16 de marzo de 2013

Casa Mirador / Matias Zegers

Visto desde la distancia, el pabellón entrega una imagen ambigua entre una construcción vernácula que ha estado aquí por años y un aspecto deliberadamente moderno.

© Cristobal Palma

Situada en el valle de Casablanca en la cima de una pequeña colina rodeada por viñedos y coronada por un espino retorcido por el viento la construcción adopta la solemnidad de un asentamiento ancestral.

© Cristobal Palma

La construcción esta compuesta por 2 volúmenes de hormigón de color estratificado separados entre sí por un espacio equivalente. El techo es una estructura monolítica de forma piramidal con aristas agudas que se posa cuidadosamente sobre los muros conectando ambos volúmenes.

© Cristobal Palma

Los recintos se han distribuido como una secuencia de espacios que contrastan paradójicamente entre uno y otro.

© Cristobal Palma

El espacio a la llegada es solemne y amplio, definido por el espino centenario y la fachada norte del edificio.

© Cristobal Palma

Una aureola de flores y piedras delimita el paisaje cercano. Las únicas formas distinguibles son tres construcciones geométricas que se abren paso entre las flores. El patio de acceso es un lugar estrecho con altas paredes que recortan el cielo drásticamente. Un velo de agua moja un bloque escultórico de hormigón negro.

© Cristobal Palma

El Estar es un lugar oscuro e íntimo con una ventana exageradamente horizontal que enmarca una vista panorámica de los viñedos hacia el poniente.

Corte

Dos portones de mañío rústico conectan con el comedor, un espacio iluminado, ambiguo y con vocación de exterior que se enfrenta al espino escultórico como a través de una vitrina.

© Cristobal Palma

Quizás el elemento mas llamativo es la losa armada que termina en una arista de 8mm de espesor que en conjunto con el cerramiento de cristal de 3,6mt de alto y 9,5mt de ancho contrastan con la rugosidad de los muros estratificados de hormigón pigmentado aportando la delicadeza de que carecen los muros.

© Cristobal Palma

Hacia el oriente está el quincho, un patio amurallado con un olivo al centro. Una abertura en la esquina deja expuestos los gruesos muros equilibrados sobre las fundaciones.

Hacia el sur un volumen equivalente al espacio del comedor es desplazado hacia la pendiente dejando la cocina semi enterrada con una vista singular the las parras desde abajo. Un último cuerpo metálico que actúa como contención de la pendiente también alberga los equipos del sistema fotovoltaico, única fuente de energía del proyecto.

© Cristobal Palma

El hormigón se fabricó in situ en pequeñas cantidades, suficientes para recorrer todo el perímetro del volumen. Esto permitió a su vez lograr una variación aleatoria en el color y la textura de cada hormigonada respondiendo tanto a lo artesanal del proceso como a las condiciones climáticas.



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